lunes, 4 de agosto de 2014

Ahora más gente aprende primeros auxilios y compra desfibriladores

Los cursos de reanimación cardiopulmonar duplicaron su matrícula este año. Y la venta de equipos de descargas eléctricas aumentó un 50 por ciento. La sucesión de muertes de algunos deportistas y famosos potencia este fenómeno.

Capacitación. Una clase de reanimación cardiopulmonar en Reanimar, uno de los centros que hace docencia y busca concientizar sobre el tema./GUSTAVO CASTAINGEs injusto morir al final de una carrera, después de sentirse el superhombre que cruzó la meta. O en la alegría de un asado. Una máquina cerca, o por lo menos una persona entrenada en emergencias, puede obligar al corazón a seguir bombeando. Y salvar así una vida. Con esa expectativa, este año se duplicó la cantidad de gente que toma cursos de primeros auxilios y reanimación cardiopulmonar (RCP). Al mismo tiempo, en las empresas que comercializan desfibriladores aseguran que sus ventas crecieron un 50% en comparación con 2013.

Como pasa en otros rubros, como el de la seguridad, la prevención y el miedo a sufrir un episodio potencian el mercado. “Siempre que sufre muerte súbita un famoso, crecen las consultas”, explicaron en una Pyme que vende desfibriladores, esos aparatitos que sirven para aplicar electroshock y devolverle el ritmo normal al corazón.

El último caso, que volvió a poner el tema en foco, ocurrió el lunes pasado. Manuel Ignacio López Pujato, un joven de 26 años, murió haciendo crossfit en un gimnasio de Recoleta. Enseguida se disparó el debate: si tenía acceso inmediato al desfibrilador, quizás se hubiera salvado. Las descargas eléctricas de ese aparato se aplican para revertir la fibrilación ventricular, la causa más frecuente de los infartos y otras complicaciones cardíacas, como la muerte súbita.

“Solamente hasta junio dimos cursos para 1.500 alumnos; en 2013 habíamos capacitado a 1.200 personas en todo el año. Estamos seguros de que vamos a duplicar los alumnos del año pasado”, le dijo a Clarín Diego Pereya, médico y director del centro de capacitación Medivac, que dicta clases de Reanimación Cardiopulmonar (RCP) en empresas y organismos públicos. Los cursos , de un día, duran entre cuatro y seis horas.

A pesar de las dificultades para hacer importaciones, el mercado de desfibriladores también crece. En la firma Reanimar, Julieta Cartocio, una de las propietarias, explicó: “De enero a diciembre del año pasado vendimos 20 desfibriladores de la marca alemana Primedic y ahora, cuando todavía faltan varios meses para terminar el ejercicio, ya llevamos instalados 32”. Raúl Sánchez, gerente de la empresa Prentech, amplió: “El mercado argentino importa unos 2.000 desfibriladores de distintas marcas por año. Según el nivel de demanda, nosotros creemos que vamos a instalar un 50% más este año”.

La “cardioprotección” parece casi una moda, vinculada a la obsesión por la salud y al auge de deportes de alta exigencia. Pero las estadísticas del Ministerio de Salud y la Fundación Cardiológica Argentina (FCA) ponen de relieve su importancia. En el país hay 30 mil casos de muerte súbita al año, de los cuáles sólo llegan con vida al hospital el 5%. Muchas personas podrían salvar su vida si tuvieran un desfibrilador en los primeros 5 minutos de la urgencia. Pero las ambulancias demoran al menos 15 minutos. Según la American Hearth Association (la sociedad de cardiólogos de Estados Unidos) los pacientes que sufren una fibrilación ventricular pierden un 10% de chances de sobrevivir por cada minuto desaprovechado.

Por eso, hay clientes con diferencias bien marcadas: desde colegios privados como el Susini de Flores o el Virgen Niña –donde murió un adolescente por una complicación cardíaca hace tres años–, pasando por organismos públicos como la AFIP o la Corte Suprema, que ya tienen equipamiento, hasta estadios “cardioprotegidos” con desfibrilador, como el de Boca.

La tendencia también llegó a los barrios cerrados. Se entiende: algunos quedan lejos y el auxilio inmediato puede demorar. En Campos de Roca, en Brandsen, instalaron el desfibrilador hace pocas semanas. Algunas ART ofrecen una tarifa más baja a las empresas que instalen un desfibrilador en su edificio.

Pero, aún así, en el rubro creen que todavía falta más conciencia. “Hay gente que ve a los desfibriladores como un gasto y no como una inversión; les duele colgar 22 mil pesos de una pared”, dice Cartocio. Según la marca, los aparatos pueden salir hasta 30 mil pesos.

Fuente: Clarín