Agustina Petrella (43) inició un juicio sin precedentes:
demandó por "violencia obstétrica" a la neonatóloga, al obstetra, a
la obra social y a la clínica en la que nació su hija. Se trata de una forma de
violencia de género reconocida en la ley.
Agustina Petrella tenía 38 años cuando quedó embarazada de
su primer hijo. La experiencia del nacimiento no fue lo que había imaginado.
Por eso, mientras estaba embarazada de Milagros, su segunda hija, una partera
le comentó que podía presentar en la clínica un "plan de parto". Eso
hizo: pidió por escrito que en el parto no hubiera gente de más, que las luces
estuvieran bajas y que, salvo que la beba tuviera alguna complicación, la
apoyaran en su pecho rápidamente, sin bañarla y sin pincharla, para respetar lo
que se conoce como "la hora sagrada". Pero, otra vez, nada de lo que
quiso sucedió.
"Quedé embarazada sorpresivamente a los 38 años y para
mí fue un desconcierto total. Todo lo que decían de la maternidad me parecía
una pavada. No me sentía especial ni tampoco me bancaba toda esa cosa de las
mamis", arranca ella, que es actriz y comediante. Alguien le recomendó que
hiciera un curso de pre-parto llamado "Mater Pater", donde le
enseñaron qué es un parto seguro y respetuoso de la fisiología y cuáles son las
necesidades físicas y emocionales del bebé y de la mamá.
Fue ahí que empezó a pensar cómo quería que fueran los
primeros momentos de Pedro fuera de su vientre. "Leí sobre 'la hora sagrada',
que es esa primera hora en la que el bebé es como una arcilla: todo lo que vive
queda impregnado en su psiquis. Por eso decidí que no quería que se lo llevaran
ni que lo pincharan sino que me lo pusieran en el pecho así como salía para
poder hablarle, acariciarla y darle la teta".
Los informes de Unicef y del ministerio de Salud avalan lo
que dice: los primeros 60 a 90 minutos posteriores al nacimiento son "de
oro" y ese contacto piel con piel no sólo ayuda a los bebés a tolerar
mejor la angustia de la separación y a sentirse más seguros sino que les ayuda
a estabilizar la respiración y la presión, reduce las hormonas del estrés,
evita la hipotermia y ayuda a "prenderse" de la teta.
Nada de eso sucedió. Agustina terminó en una cesárea de
urgencia, con dos camilleros subidos a la panza, "cacheteándome porque me
desmayaba". A Pedro se lo llevaron: no hubo contacto piel con piel.
"Lo que tuve fue una hipertonía uterina y al bebé le salvaron la vida.
Pero igual, con el tiempo, apareció la duda. El día de su nacimiento me habían
hecho un monitoreo que indicaba que faltaban como 15 días más para el
nacimiento. Y lo que terminé sospechando es que ese día, durante el tacto, el
obstetra me colocó una cápsula de Prostaglandina para desencadenar el trabajo de
parto".
Cuando Pedro tenía un año quedó embarazada de Milagros.
"Tardé 4 o 5 meses en tomar la decisión, pero decidí cambiar de obstetra.
Me sentía traicionada y muy culpable porque sabía que mi hijo había sufrido
mucho. El obstetra es considerado una eminencia y fue muy difícil decirle que
iba a elegir a otro, una entra como en un estado de sumisión total",
recuerda.
Le recomendaron otro médico y sus hermanos, ambos abogados,
le contaron que existía una ley de "parto respetado". "En ese
momento, una partera me dijo que podía hacer un plan de parto, que es una nota
que se envía a la clínica en donde uno informa cómo quiere que sea el parto.
Siempre y cuando no corra riesgo tu vida o la del bebé, ellos deben
acatarlo", sigue.
La nota que presentó en la neonatología de la clínica de
Palermo decía "que si la beba respiraba de manera independiente quería que
la pusieran en mi pecho. Que en el parto bajaran las luces, que hubiera
silencio y que sólo estuviera la gente imprescindible". Fue la jefa de
neonatología quien la llamó por teléfono. Le dijo que "conocía la ley pero
que ellos no hacían partos humanizados". Y que si en el momento no había
habitación podían separarla de su hija por más de 8 horas.
"Me aterroricé. Existía una ley pero ellos me estaban
diciendo 'acá adentro no hay más ley que la nuestra'. Era como si su derecho de
no ser molestados fuera más importantes que los derechos de mi hija",
dice. Llegó la semana 42 y Agustina no tenía dilatación, por eso programaron
una cesárea. Y, cuando llegó la hora, efectivamente no había habitación.
"Me puse muy mal, nos iban a separar y ya no podía hacer nada. Me sentí
presa".
"Yo estaba aterrada y me hicieron subir sola. Me
dijeron 'desvestite que ya estamos muy atrasados'. Les dije que necesitaba ir
al baño, primero me dijeron que no y cuando finalmente me dejaron, empezaron a
golpearme la puerta. En la sala había luz plena, estaba lleno de gente y una
mujer, supongo que era la neonatóloga, me empezó a retar: cuando dije que
estaba amamantando a Pedro me contestó: ¿pero vos estás loca?".
El obstetra, según su relato, entró haciendo chistes –
"ay, yo nunca hice una cesárea"- y las asistentes le
contestaban-"doctor, usted ya está para hacer cirugías estéticas"-.
Milagros nació sin complicaciones pero no se la pusieron en el pecho. Una hora
y 10 minutos después, seguía sin haberla visto. "Cuando fuimos a reclamar,
la trajeron. Estaba dormida, bañada, aspirada y ya la habían pinchado. Al rato
vomitó algo blanco y me di cuenta de que le habían dado leche de fórmula.
Absolutamente todo lo contrario de lo que yo había pedido".
Agustina trató de tranquilizarse. "Al segundo día,
vinieron a buscar a la beba para los controles. Tenía que tomar la teta, ellos
te dicen que no puede estar más de tres horas sin comer, pero me dijeron que
eran sólo unos minutos. A los 20 minutos, como no la traían, fui a ver qué
pasaba. Y ahí en la nursery vi que había un montón de bebés llorando, algunos
estaban desnudos, mientras que las que tenían que cuidarlos estaban llenando
planillas. Pregunte qué pasaba y me trataron muy mal. Y al final una dijo
'dásela', así despectivamente".
Pasaron un par de horas hasta que entró la coordinadora de
neonatología. "Lo primero que dijo fue: 'se van todos de la habitación'. Y
siguió: "Acá sabemos bien quién sos vos, porque somos muy unidos y nos
contamos todo, vos sos la que presentó la cartita. Acá no estamos para cumplir
los caprichitos de los padres". Su marido dijo que no se iba a ir y la
médica dio un paso más: "Dame a la nena por las buenas sino te la
judicializo y te la saco por la fuerza".
Agustina dice que después entendió: "Le iba a decir a
un juez que yo me negaba a que le hicieran los controles. Y yo no estaba
diciendo eso, lo que no quería era que estuviera llorando ahí desnuda. Ella me
contestó: 'los bebés lloran, querida, empezá a acostumbrarte'. Era un
guardiacárcel dando órdenes. Yo entré en pánico, empecé a temblar, todo con la
beba encima y adelante de mi hijo de dos años, que había ido a conocer a su
hermana".
Después entró el obstetra: "Me dijo que me daba el
alta, que en las cesáreas te dejaban internada por la madre y no por la beba y
que, por cómo estaban las cosas, era mejor que me fuera. Él tampoco me
defendió". Esto de la médica "guardiacárcel" es una vivencia que
comparten muchas mujeres que cuentan sus historias en el grupo de Facebook
"Parto humanizado/respetado Buenos Aires".
Cuando le dieron el alta, Agustina decidió hacer una
denuncia por violencia obstétrica en la Defensoría del Pueblo de la Nación
(También se pueden hacer en la Consavig, que pertenece al Ministerio de
Justicia y DDHH de la Nación). La Defensoría hizo una auditoría y determinó
que, efectivamente, había existido violencia obstétrica.
La "violencia obstétrica" es una de las seis
formas de violencia contra la mujer estipuladas en la "ley de violencia de
género". La ley de parto respetado muestra, entre otras cosas, que ella
tenía derecho a estar acompañada en la cesárea, a que haya intimidad, a ser
protagonista de su propio parto y a estar informada luego sobre el estado de
salud de su hija.
Como la Defensoría no tiene poder de sanción, Agustina
decidió ver si podía ir por la vía judicial. Le dijeron que era difícil, que
había menciones a la violencia obstétrica en casos de bebés o madres que
murieron pero no existían antecedentes de alguien que hubiera hecho un juicio
por violencia obstétrica en sí misma.
Agustina pasó noches juntando evidencia para convencer a una
abogada de que tomara el caso. Quería ir a juicio y sentar un precedente.
"Quería hacer un juicio penal para que no vuelvan a hacerle eso a otra
mujer, pero no se pudo. Lo que sí se pudo es iniciar un juicio por daños y
perjuicios contra todos: la obra social, el obstetra, la neonatóloga y la
clínica. Pero no sólo yo los demando, Milagros también, porque tuvo un
nacimiento tortuoso habiendo nacido sana".
Y lo que cuenta es que, con la representación de sus padres,
Milagros los demandó a todos por "daño moral". "La violencia
obstétrica también es una forma de violencia contra las mujeres. Mi caso es la
regla, no es la excepción. La única diferencia es que yo enfrenté al sistema,
pedí que se respeten mis derechos y ellos me lo hicieron pagar. El sistema
quiere callar a quienes se les rebelan". La Justicia, con sus tiempos,
dirá el resto.
Fuente: Infobae