Siempre a mano en carteras y bolsillos, este analgésico ya
es omnipresente en la vida cotidiana de los argentinos: ¿alivio accesible o
poca tolerancia al dolor?
"¿Alguien tiene algo para el dolor de cabeza?",
pregunta uno, y en distintos puntos de la oficina se levantan manos que ofrecen
blísteres de ibuprofeno. "En mi trabajo es común que cuando alguien tiene
un dolor de cabeza o de espaldas -lo que es bastante habitual después de estar
ocho horas trabajando sentado en mala posición- directamente le tiren un
blíster de ibuprofeno", cuenta Martín Castellani, analista de marketing
digital de 32 años, que confiesa que siempre lleva un blíster de este
medicamento en el morral y que no falta otro en su mesita de luz, y otro más en
el botiquín del baño de su casa.
En gran medida gracias a su mejor perfil de seguridad, el
ibuprofeno le ha ganado a la aspirina ese lugar de supuesta panacea contra
dolores de todo tipo (cabeza, articulares, menstruales, traumatismos), lo que
lo ha vuelto un elemento onmipresente en el día a día de niños y adultos.
Alentado su uso por sistemáticas campañas de publicidad y con la accesibilidad
que le confiere que muchas de sus presentaciones sean de venta libre, el uso de
este analgésico de la familia de los antiinflamatorios no esteroides (Aines) ha
crecido significativamente en los últimos años. Según estadísticas de la
Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), en 2016 se vendieron unas 36
millones de cajas de ibuprofeno en la Argentina (sumando las versiones de venta
libre y de venta bajo receta), contra los poco más de 32 millones que se
vendieron en 2013.
La pregunta, en todo caso, es si su uso no se ha banalizado
a tal punto que se pasan por alto sus potenciales efectos adversos, entre los
que se destacan los trastornos gastrointestinales y los cardíacos. "El
ibuprofeno es una sustancia muy beneficiosa siempre y cuando se utilice en las
dosis adecuadas", advierte Carlos Damín, jefe de Toxicología del Hospital
Fernández y presidente de Fundartox, quien cita un caso común de mal uso:
"El ibuprofeno tiene varias presentaciones, algunas de venta bajo receta y
otras de venta libre, y el problema es que mucha gente tiende a pensar que el
riesgo es el mismo en todas los casos. Y como algunos quieren dosis mayores,
como por ejemplo de 600 miligramos, que no es de venta libre, pero no quieren
ir al médico a pedir receta, lo que hacen es tomar dos píldoras de 400 mg juntas,
que sí son de venta libre, y luego repiten a las seis u ocho horas esa dosis de
800, cuando se sabe que a partir de los 1200 mg al día pueden aparecer riesgos
de tipo cardiológico".
El uso por fuera de las recomendaciones no es un problema
sólo argentino. En 2015, las agencias regulatorias de medicamentos
norteamericana y europea llamaron la atención sobre el riesgo de problemas
cardiovasculares asociado al consumo de dosis altas de ibuprofeno. Por aquel
entonces, su par argentino, la Administración Nacional de Medicamentos,
Alimentos y Tecnología Médica (Anmat), emitió un comunicado para recordar cuál
es su uso adecuado: "El ibuprofeno está indicado para el alivio del dolor
por no más de cinco días y para la fiebre por no más de tres, en dosis de hasta
1200 miligramos por día, en tomas de 400 mg cada ocho horas".
Años atrás, las advertencias sobre los potenciales efectos
adversos del uso de analgésicos giraban casi excluyentemente en torno a la
aspirina, medicamento que reinó durante más de un siglo en el campo del alivio
del dolor y de la fiebre. "Hace unos 30 años comienza a aparecer el
ibuprofeno, que tiene un mejor perfil de seguridad que la aspirina y que
empieza a desplazarla en la mayoría de sus usos", explica Jimena Worcel,
directora médica de la Cámara Argentina de Medicamentos de Venta Libre
(Capemvel).
"La demostración de que el sangrado gástrico es más
relevante ante el consumo de aspirina que ante el ibuprofeno generó un cambio
cultural entre los médicos y entre los pacientes", comenta por su parte
Máximo Soto, docente de Clínica Médica de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Buenos Aires (UBA). Sin embargo, agregó, "eso no significa
que no haya casos de hemorragias digestivas por consumo de ibuprofeno. Incluso
con el mayor uso del ibuprofeno en detrimento de la aspirina hoy vemos menos
reacciones alérgicas a la aspirina y más al ibuprofeno".
Para el toxicólogo Carlos Damín, el problema no es su mayor
uso, sino la banalización de este. "Uno de los problemas graves con estos
medicamentos es que la publicidad banaliza sus efectos: hace pensar que si se
publicita es porque es bueno, porque no tiene efectos secundarios o efectos
adversos, y eso lleva a un mal uso -advierte-. Los argentinos, además,
desconocemos que ningún medicamento es inocuo, que tienen efectos beneficiosos,
pero también efectos secundarios y efectos adversos".
En el bolsillo del caballero
Leo Camiser asegura que siempre lleva ibuprofeno en la
billetera: "Lo llevo en el cierre donde van las monedas, para que no se me
pierda. También en la mochila, siempre estoy stockeado", cuenta Leo, de 31
años, comediante de stand up y redactor en la productora UltraBrit. "Mi
relación con el ibuprofeno es de consumidor fiel, que siente que le puede
resolver cualquier tipo de dolencia, y que a partir de eso siente
tranquilidad", agrega, y explica que sus usos están relacionados con
dolores cervicales causados por las malas posiciones que adopta cuando carga a
su hijo de 3 meses, cuando atraviesa estados gripales o, incluso, en forma preventiva:
"Si veo que vengo medio cargado, con alguna molestia en el cuello o me veo
venir un par de mocos, aunque no lo necesito empiezo a tomar para sentir que
estoy cubierto", dice.
Un aspecto que lo diferencia de la aspirina es esta suerte
de pasión que despierta el ibuprofeno en el público masculino: "Es común
que los varones ante cualquier mínimo dolor o cualquier mínima molestia
recurran al ibuprofeno", confirma Máximo Soto. Carlos Damín coincide:
"Es un medicamento que usan mucho los varones, en especial cuando sufren
cualquier traumatismo o dolor jugando al fútbol". Martín Castellani, por
su parte, da testimonio: "¡Son ideales para el plomazo de las patadas en
los tobillos!".
De ahí que, a diferencia de lo que sucede con otros
medicamentos, hoy cuando alguien pide en la oficina o en la puerta del colegio
de los chicos un ibuprofeno no es para nada raro que sea un varón el que saque
un blíster del bolsillo, el morral o la mochila. "Soy de compartir y trato
de estar atento cuando alguien necesita", confirma Leo Camiser.
Pero sea un varón o una mujer quien ofrezca un blíster a sus
compañeros de trabajo, amigos o familiares, lo cierto es que el ibuprofeno
recrea (y potencia, por eso de estar también en "el bolsillo del
caballero") una de las costumbres adquiridas de los argentinos más
polémicas: la de convidar medicamentos. "Convidamos medicamentos y pedimos
medicamentos como si se tratara de golosinas -se lamenta Carlos Damín-. Es frecuente
que en todo lugar de trabajo sepamos quién es el dealer que tiene ibuprofeno
para convidar".
Josefina Herrera, empleada administrativa de 39 años, vive
en carne propia el estar catalogada como la que siempre tiene algo para el
dolor de cabeza. "«Quién tiene un ibuprofeno porque me duele la cabeza?»
Yo, siempre yo -admite Josefina-. No porque sea adicta o lo tome con frecuencia,
sino porque mi lugar de trabajo está lejos de todo y por eso tengo kits de
supervivencia variopintos: costurerito, pegamento por si se me despega algún
taco, un par de aros extras por si me olvido de ponérmelos, y demás. Obviamente
que tengo una minifarmacia también. El ibuprofeno era siempre el principal
requerido y como corresponde jamás repuesto. ¡Hasta que me harté! Ahora
disfruto cuando todos a coro se quejan de sus dolores de cabeza y yo muy oronda
les respondo: «Sabés que justo ayer se me acabó»".
Cosas de chicos
Capítulo aparte merecen los chicos (y sus padres, tutores
y/o encargados). "Los antitérmicos como el ibuprofeno encabezan la lista
de medicamentos más consumidos por los niños; probablemente, por su fama de
inocuos -comenta Mariela Blaum, pediatra de Swiss Medical Center-. En los
últimos tiempos, los pediatras notamos cierta demanda y hasta abuso en la
medicación de los niños".
Así, están los chicos que piden ibuprofeno por el nombre
comercial de alguna de sus presentaciones pediátricas ante cualquier molestia
(incluidas las que aparecen cuando sencillamente tienen sueño); los que reciben
ibuprofeno cuando están "molestos" a ojos de los adultos
responsables; los que tienen algún dolor (cabeza, dientes, panza, pierna, etcétera)
y ante la opción de consultar en la siempre atestada guardia se conforman (y
conforman a los adultos responsables) con un ibuprofeno. La lista de casos
típicos es interminable, y sí, también están los que toman el analgésico o
antitérmico cada 8 horas porque se lo indicó el pediatra.
"A mis hijas les doy ibuprofeno sin consultar al médico
cuando tienen fiebre, dolor de garganta o de cabeza, o cuando se golpean más o
menos fuerte, antes de que acusen dolor les doy -cuenta Natalia Álvarez,
consultora de 42 años, mamá de tres niñas-. La más grande tiene 17 y lleva
siempre ibuprofeno en la billetera; tiene más autonomía a la hora de consumir
analgésicos. Las otras dos no; tienen 11 y 6 años, y llevan y toman sólo con mi
autorización". De hecho, en el colegio primario al que acude la más
pequeña está prohibido que los chicos lleven medicamentos.
"Una vez le di para que lleve un ibuprofeno para que
tome si se sentía mal, porque había estado con dolor de garganta el día
anterior, y las autoridades del colegio me mandaron de vuelta el comprimido
como si se tratara de cocaína", recuerda Natalia, que señala que siente
que su relación con este analgésico es bastante criteriosa. "En casa no
somos de tomar medicamentos por que sí -explica-. Ahora, tampoco voy a salir en
pleno invierno para ir a una guardia a las 12 de la noche si mi hija tiene unas
líneas de fiebre. Un ibuprofeno y al día siguiente vemos cómo sigue la cosa.
Por otro lado, veo a otras mamás del colegio que dan a sus hijos antibióticos
ante cualquier estornudo, y en creo que ahí hay un problema real".
Sin receta
"Personalmente, estoy de acuerdo con que sea el
paciente quien decida tomar un medicamento de venta libre como el ibuprofeno,
siempre y cuando sepa cómo usarlo", opina el médico clínico Máximo Soto,
en obvia referencia a la necesidad de estar al tanto de lo que indica el
prospecto del medicamento de venta libre con respecto a dosis máximas,
interacciones y contraindicaciones. "Cualquiera puede tomar la decisión
ante un dolor de cabeza, por ejemplo, de tomar un analgésico, lo que ahorra
consultas médicas banales. En todo caso, lo que debe evitarse es el uso
excesivo o mal uso del medicamento".
Vale la pena retomar la pregunta formulada al inicio sobre
si los argentinos hacemos un uso abusivo del ibuprofeno, y si, en caso
afirmativo, esto responde a una baja tolerancia al dolor (o, más amplio, a
"sentirse mal") o a los efectos de una accesibilidad desmedida.
"¿A quién le gusta aguantarse el dolor de cabeza?", dice Jimena
Worcel, de la Cámara Argentina de Medicamentos de Venta Libre, como respuesta a
la pregunta inicial. "¿Por qué contando con analgésicos que bien usados
son seguros uno debería no usarlos?", agrega.
Carlos Damín, por su parte, opina: "Ya lo dijo un ex
ministro de salud: los argentinos tenemos una relación pasional con los
medicamentos. Estamos convencidos de que podemos resolver nuestros problemas
con un comprimido de algo, y eso hace que tengamos un muy bajo umbral de
tolerancia frente al dolor. Ante cualquier molestia la gente toma medicamentos.
Si fuéramos conscientes de que ningún medicamento es inocuo leeríamos los
prospectos antes de tomarlos, y si lo hiciéramos tomaríamos muchos menos de los
que tomamos. Hoy los argentinos estamos sobremedicados y polimedicados; tomamos
muchos medicamentos y en cantidades exageradas".
Para Laura Raccagni, coordinadora del Observatorio de
Medicamentos, Salud y Sociedad de la Confederación Farmacéutica Argentina
(COFA), el problema es la banalización de su uso, lo que responde en buena
medida a la publicidad. "El uso abusivo del ibuprofeno es fomentado por la
publicidad, lo que venden es un estilo de vida. Así, hoy el ibuprofeno no es
para calmar el dolor, sino para permitirte hacerle upa a tu hijo. Es más, vemos
gente que comienza su día tomando este analgésico porque piensa que le va a
permitir enfrentar mejor los problemas de la vida cotidiana".
Jimena Worcel considera que uno de los problemas del mal uso
de los medicamentos como el ibuprofeno está dado por su incorrecto expendio.
"En la Argentina el ibuprofeno de 600 y 800 miligramos sólo se puede
vender con receta. Pero lo cierto es que si uno quiero comprarlo sin receta se
lo venden igual. El resultado es que a la gente no le queda clara cuál es la
diferencia entre el de venta con receta y el de venta libre, porque tiene
acceso a los dos", afirma.
Raccagni coincide: "Hoy representa un grave problema
que no se respete la condición de venta de un medicamento. Y en el caso del
ibuprofeno, en el que algunas presentaciones son de venta libre y otras no, se
suma el factor subjetivo: una persona toma un ibuprofeno de 400 mg y no obtiene
el efecto que espera, entonces sencillamente toma luego uno de 600 u 800,
porque tiene acceso sin receta, o acorta la frecuencia".
De hecho, comentó Juan Manuel Santa María, director de
Consultoría y Servicios de IQVIA para Latinoamérica Sur, Norte y Andes,
"hay una tendencia creciente hacia [el consumo de] las presentaciones de
mayor concentración".
Así, los límites de los 1200 mg diarios a partir de los
cuales esta droga deja de ser segura están siempre al alcance de la mano.
"Antes, si me dolía la espalda, me tomaba uno; otro, si me dolía la
cabeza; uno más si estaba mínimamente resfriada. Y así ante cualquier síntoma.
Llegué a tomar hasta ocho por día -cuenta Analía Gámez, empleada administrativa
de 52 años-. Cuando el año pasado tuve un infarto fue lo primero que me
prohibieron. Y ahí me di cuenta de que la gran mayoría de los ibuprofenos que
me tomaba eran de puro vicio. Me había vuelto una adicta".
El alivio en números
El ibuprofeno se cuenta entre los medicamentos más vendidos
en el país
- 36 millones de cajas de ibuprofeno en todas sus presentaciones se
vendieron en la Argentina en 2016
- US$ 70 millones es lo que representa la venta anual de analgésicos como el
ibuprofeno
- 78% de los argentinos dice haber comprado analgésicos y
antiinflamatorios de venta libre en los últimos 2 meses, según una encuesta de
Kantar Worldpanel
Fuente: La Nación