El caso muestra los problemas éticos y financieros que
enfrentan los medicamentos que no han pasado el escrutinio de la FDA.
Campaña en las redes sociales para intentar que la empresa cambie de opinión y ayude a Josh. |
Josh Hardy tiene solo siete años y ha sobrevivido a cuatro
recidivas de cáncer de riñón. Fue diagnosticado por primera vez cuando tenía
nueve meses y ahora se enfrenta a una infección viral, potencialmente mortal,
que le ha provocado que sus riñones y su corazón fallen, tras someterse a un
trasplante de médula el pasado enero.
Lo único que podría salvarle, según han explicado sus
médicos del hospital St. Jude Children´s Research de Tennessee, es un
medicamento experimental fabricado por una pequeña empresa, Chimerix, asentada
en Carolina del Norte. La compañía ha denegado a la familia el acceso a este
fármaco (brincidofovir).
El hospital lo recomendó para Josh tras obtener muy buenos
resultados en un estudio que realizaron con niños y que acababa con el
adenovirus en dos semanas. Tras la decisión, los médicos han mandado varias
solicitudes a la compañía para que cambien de opinión. “El medicamento, un
antiviral, puede combatir la infección que padece el niño", explicaron en
un comunicado.
El caso ilustra los problemas éticos, médicos y financieros
que suscitan en EE UU las medicinas que no han sido aprobadas aún por la
Agencia del Control de Alimentos y Medicamentos del país (FDA, en sus siglas en
inglés), pero que se han empezado a evaluar.
A pesar de ello la FDA permite que las compañías faciliten
estos medicamentos a los enfermos en determinadas circunstancias. Exactamente,
cuando alguien padece una enfermedad que pone en riesgo su vida y ya se han
probado todos los tratamientos posibles y estos han fallado. En estos casos los
pacientes pueden solicitar un medicamento experimental a la compañía que lo
fabrica, siempre que la FDA lo esté estudiando. Algunas empresas dicen que sí,
en 2013 ocurrió en 974 casos, según informa la CNN, y en otras, dicen que no,
como en el caso de Josh.
El presidente de Chimerix, Kenneth Moch, explicó que no
podían decir que sí a Josh “porque tendrían que hacer lo propio con muchos
otros” y se gastarían muchos recursos que impedirían completar el estudio
necesario para conseguir la aprobación de la FDA, y “así ayudar a muchos
pacientes en un futuro”. “Entendemos por lo que está pasando la familia. Pero
esto no solo afecta a un solo niño”, explicó Moch. “Cada caso nos cuesta unos
50.000 dólares de nuestro bolsillo, porque las aseguradoras no cubren los
medicamentos experimentales”, añadió.
Para recibir el medicamento la compañía exige que los
sujetos se hayan sometido al producto en ensayos clínicos, incluidos los bebés
que padecen el virus del herpes simple -agente infeccioso común de piel, de los
genitales y de la mucosa oral y faríngea en humanos-. Josh no cumple ninguno de
estos criterios, sostuvo. La compañía habría ayudado en el pasado a 451
pacientes, pero dejaron de hacerlo. Según la cadena Fox, la empresa habría
recibido unos 72 millones de dólares para desarrollar el fármaco.
Tras la constante negativa de Chimerix, los padres del niño,
Todd y Aimée, comenzaron el pasado
jueves varias campañas de presión en las redes sociales y distintas
cadenas de televisión, en la confianza de que la farmacéutica cambie de
opinión. En Twitter se ha creado el hashtag #savejosh, para conseguir este
objetivo.
Además, miles de personas se han puesto en contacto con la
farmacéutica suplicando que modifiquen su criterio con respecto a Josh, según
explicó Moch, en un comunicado. “Los doctores nos han dicho que el medicamento
puede curar y salvar a nuestro hijo”, reiteró el padre de Josh en varios
medios.
Este martes una organización de caridad ha ofrecido pagar el
tratamiento de Josh pero la compañía sigue negándose a facilitársela.
Entre los que están a favor de la opinión de la compañía
aseguran que a pesar de la simpatía que despierta la familia, y que tienen
derecho a defender los intereses y el bienestar de su pequeño, la compañía, que
es pequeña y cuenta con unos 45 empleados, tiene limitados recursos e
inversores, “y podría ralentizar el proceso de aprobación”. Mientras que el
padre, al igual que los que apoyan a Josh, reitera que está convencido de que
el medicamento le ayudaría. “Mi hijo podría alimentarse con lo que necesitara;
andar por sí mismo, y salir del hospital”.
Fuente: El País