Los precios estrafalarios de ciertos medicamentos
descalabran los presupuestos de los sistemas de salud y las aseguradoras. En
Estados Unidos y otros países hay reclamos para que los laboratorios revelen de
qué modo se establecen esos precios.
Las quejas sobre los precios exorbitantes de medicamentos
crecen, y hay presión sobre las farmacéuticas para que den a conocer las
razones por las que cobran lo que cobran.
En el último año, en seis legislaturas de EE.UU. se han
presentado proyectos para que las firmas justifiquen sus precios, que por lo
general son atribuidos a los altos costos de investigación y desarrollo.
Si un medicamento requiere un precio tan estrafalario, el
público, las aseguradoras y los gobiernos deberían tener acceso a la
información que supuestamente justifica los costos, dice el preámbulo de un
proyecto presentado en mayo en el senado del estado de Nueva York.
A fines de julio, más de cien prominentes oncólogos llamaron
en un artículo a apoyar los movimientos que buscan frenar los aumentos de
precios de drogas oncológicas (y que piden medidas como que Medicare negocie
precios con los laboratorios o que los pacientes puedan importar remedios de
Canadá).
“No hay alivio a la vista porque las farmacéuticas siguen
desafiando al mercado con precios cada vez más altos”, escribieron los médicos
en el Mayo Clinic Proceedings.
“Esto plantea la cuestión de si la actual determinación de
precios de medicamentos oncológicos se basa en expectativas racionales de
retorno sobre lo invertido o en los precios que el mercado aguante”.
La presión crece también desde otros frentes. Republicanos y
demócratas del Comité de Finanzas del Senado el año pasado le reclamaron
detalles sobre costos a la firma Gilead Sciences, cuyos remedios para la
hepatitis C, de US$1.000 la píldora, tensan los presupuestos de
los sistemas de salud.
El trust de beneficios para jubilados del sindicato
automotriz UAW reclamó que Gilead, Vertex, Celgene y otras firmas informen más
a sus accionistas cómo determinan los precios. Mencionó el precio, de más de
US$300.000 al año, del Kalydeco, un fármaco de Vertex para la fibrosis
quística. Y los cerca de US$150.000 que cuesta el Revlimid, oncológico de
Celgene.
Hasta el ex presidente Bill Clinton, en un discurso a
ejecutivos farmacéuticos en Filadelfia en junio, dijo que redundaría en interés
de la industria decir más sobre la forma en que establecen los precios.
La industria farmacéutica ya da detalles sobre varias
prácticas. Deben decir lo que les pagan a los médicos –en concepto de comida,
agasajos y otros– por tareas de investigación, consultoría y conferencias.
Además, deben revelar más resultados de sus ensayos clínicos.
No está claro que los costos y la determinación de precios
vayan a seguir el mismo camino. Los proyectos de ley, respaldados por algunas
aseguradoras y ONG, no están avanzando. Y accionistas de Gilead, Vertex y
Celgene votaron en contra de las propuestas del Trust de UAW, aunque éste dice
que llegó a acuerdos con Eli Lilly y otros dos laboratorios que no identificó.
Las cámaras farmacéuticas y biotecnológicas sostienen que
los proyectos de transparencia serían costosos de cumplir y que aportarían
información engañosa.
Incluso algunos de quienes abogan por precios más bajos
dicen que el costo de desarrollar una droga tiene poco que ver con el precio de
esa droga y que saberlo no mantendrá bajos los precios. “El costo de antes en
investigación y desarrollo es una especie de pista falsa”, dijo Len Nichols,
economista especializado en salud de la George Mason University. “Los ingresos
actuales no solventan la I&D de antes, sino la de ahora”.
Los precios de los oncológicos, algunos de los cuales
alargan vidas un par de meses, suelen superar los US$100.000 anuales, y algunos
nuevos, US$150.000. Y es usual que los precios de lista de los medicamentos
aumenten 10% al año, mucho más que la inflación. Los precios de remedios más
viejos para esclerosis múltiple subieron de unos US$10.000 anuales a fines de
los 90 a más de US$60.000 hoy, según un estudio, aun cuando la competencia en
el mercado se ha intensificado con la aparición de nuevos productos.
Lori Reilly, vicepresidenta ejecutiva en la Pharmaceutical
Research and Manufacturers of America, la mayor cámara del sector, afirma que
es engañoso mirar sólo el costo de desarrollar determinado medicamento porque
eso no contempla el dinero gastado en los que fracasan durante el desarrollo.
Sólo un 12% de las drogas testeadas en humanos llegan al mercado, dice.
Los laboratorios no suelen atar el precio de una droga al
costo de desarrollo. Sí dejan en claro que su venta tiene que recuperar la
inversión en investigación y desarrollo. En muchos casos, el precio de los
fármacos nuevos se establece en función de los que ya están en el mercado, por
lo general un poco más alto. Eso permite subir el precio de las drogas más
antiguas.
“Todos nos estamos mirando todo el tiempo y no nos perdemos
pisada”, dijo uno de los directores de una firma que elabora un medicamento
para la esclerosis múltiple, quien no quiso divulgar su nombre. “Honestamente,
no hay ninguna ciencia en esto”.
Fuente: Clarín