Una joven pareja norteamericana logró tener una hija el 25
de noviembre por parto natural gracias a un embrión que fue congelado casi en
simultáneo con el nacimiento de su actual madre.
En inglés se los suele llamar con el término snowbabies,
algo así como simpáticos bebés de nieve. En castellano, en cambio, no hay
metáforas, un embrión congelado es un embrión vitrificado conservado en una
guardería de nitrógeno líquido para un potencial futuro nacimiento. Es lo que
le pasó a Emma Gibson que, de padres anónimos, fue congelada el catorce de
octubre de 1992 y se quedó ahí, en el nitrógeno, preservada, hasta que después
de miles de días de espera, una pareja la eligió al fin para que sea su hija.
Parece de ciencia ficción, pero no lo es, se trata del primer caso conocido de
implantación exitosa de un embrión de 24 años.
Sus padres, habitantes de Tennesee, Estados Unidos, son una
joven pareja, Tina y Benjamin Gibson, que no dejan de sorprenderse frente al
récord. En una nota a la cadena CNN, Tina dijo: “¿Te das cuenta de que sólo
tengo 25 años? Si ella hubiera nacido en ese momento, ahora podríamos ser
mejores amigas”, luego, poniéndose seria, dejó bien claro que ella sólo quería
tener un bebé, “no me importaba si era o no un hito para la ciencia”. Emma Wren
Gibson logró nacer el pasado 25 de noviembre superando así al último embrión
anciano de veinte años.
¿Una nueva forma de adopción?
Mientras los padres primerizos disfrutan de su bebé al
margen del fenómeno mundial, lo cierto es que desde el punto de vista de la
ciencia y de la medicina, el hecho tiene una enorme implicancia. ¿Por qué?
Porque demuestra que los embriones congelados pueden ser conservados en el
tiempo sin sufrir alteraciones, un hecho que permitiría no sólo su donación,
sino también una solución para las parejas que desean un hijo pero que no
cuentan con los recursos económicos para iniciar el costoso proceso de
fertilización desde cero: la implantación de un embrión congelado resulta un
procedimiento que cuesta la mitad del otro. “Hoy el costo económico es una de
las variables más importantes de decisión entre las parejas que quieren tener
un hijo”, asegura el doctor Fernando Neuspiller, ginecólogo especialista en reproducción
y director de IVI Buenos Aires que, en la actualidad, conserva alrededor de
2600 embriones vitrificados.
No fue el caso de los Gibson. La pareja no puede tener hijos
biológicos debido a que él padece de fibrosis quística, una enfermedad genética
hereditaria. Por eso, cuando Tina y Ben, de 33 años, se enteraron de que
existía un Centro Nacional de Donación de Embriones con sede en Knoxviller,
Tennesse, supieron que habían logrado su deseo.
La necesidad legislativa
El Centro Nacional de Embriones es una institución
norteamericana que alienta a las personas que han realizado un proceso de
fertilización in vitro a donar sus embriones congelados a otras parejas que no
pueden concebir. Como también lo afirma el Código Civil de nuestro país, la
organización cree que la vida humana comienza en el instante de la concepción.
En esta instancia se inicia el problema ético y legal que supone la
conservación de miles de embriones no sólo en la Argentina sino en el mundo. De
ahí que su donación pareciera constituir la mejor de las salidas. “En IVI nos
suele pasar con parejas que lograron tener un hijo pero que conservan
embriones. Si bien muchos los donan, otros se desentienden completamente del
asunto y dejan así embriones sin destino reproductivo”, señala Neuspiller. En
este sentido, el director de IVI advierte acerca de la necesidad de un
organismo estatal que se ocupe de los embriones abandonados. “Hoy ni siquiera
tenemos cifras oficiales acerca de la cantidad exacta de embriones congelados
que hay en la Argentina”, agrega.
Una de las características más significativas de este método
de supuesta adopción es que permite de antemano analizar el perfil genético del
embrión. En IVI, por ejemplo, se realiza un diagnóstico genético
preimplantacional que se ocupa de contabilizar cromosomas; mientras que los
Gibson aseguraron haber elegido un fenotipo que se pareciera a ellos respecto
de la altura y el peso junto con el estudio de la historia clínica de los
padres biológicos. “Nos sentimos muy agradecidos”, dijeron a la CNN los flamantes
padres, “ella es un regalo precioso de Navidad que nos envió el Señor”.
Fuente: La Nación