A simple vista, no hay señales obvias de que algo no está
bien en el campamento Kyein Nyi Pyin de Birmania. Pero poco a poco está
surgiendo una nueva crisis en campos de concentración de musulmanes rohingya
como este. Aunque hay que mirar dentro de las oscuras cabañas para encontrarla.
A mi llegada en barco, hay mucha actividad en el muelle.
Acaba de llegar un cargamento de madera y una procesión de hombres rohingya la
transportan un kilómetro campo adentro. Se espera que las lluvias monzón
golpeen con fuerza en el estado birmano de Rajine. La madera se necesita para
construir más casas y fortalecer las que ya están en pie.
Hace casi tres años unos 4.000 musulmanes rohingya de Kyein
Nyi Pyin fueron desplazados por bandas budistas rajinas, y el campamento ahora
tiene un aire de permanencia. Alguien ya me había advertido que no se sentía
como un "campo de concentración".
No hay vallas y en el puesto de guardia hay un par de
policías taciturnos. Pero los rohingya no son libres. Toda la tierra que les
rodea está ocupada por budistas rajinos, muchos de ellos fueron quienes sacaron
a los rohingya de sus pueblos para dejarlos aquí.
Buena parte del estado está segregado. Los budistas pueden
ir a donde quieran, mientras que los rohingya están confinados en este y otros
campamentos "por su propia seguridad".
Aquí, mujeres embarazadas, niños enfermos y ancianos están
sufriendo, en incluso muriendo, porque no tienen acceso a medicinas ni a
asistencia sanitaria básica.
Se trata de decenas de miles de musulmanes en esta
situación. Aquí conocí a una mujer que tenía tanto dolor que ya no podía
caminar.
Las personas mayores de Kyein Nyi Pyin me cuentan que el mes
pasado nueves personas murieron, siete de ellas niños.
Ninguna logró ir al hospital o ver algún doctor.
"Preferencia"
La organización internacional Médicos Sin Fronteras era la
encargada de ofrecer asistencia sanitaria en este campo y en muchas comunidades
rohingya de todo el estado de Rajine.
Se trataba de un servicio básico, pero era mejor que nada.
Si alguien estaba muy enfermo y necesitaba ser trasladado al hospital, MSF
intentaba organizar la evacuación en barco.
Esa ya no es una opción.
Tras una sostenida campaña de los budistas rajinos contra
cualquiera que se viera ayudando a los musulmanes, se canceló la ayuda.
Hacia finales de febrero se le pidió a MSF que dejaran el
estado, y un mes más tarde las otras agencias internacionales, incluyendo las
Naciones Unidos, fueron atacadas por hombres jóvenes que lanzaron piedras y
saquearon las oficinas en Sittwe, la capital de Rajine.
Con poca protección del estado o del gobierno central, la
operación internacional ha retrocedido y ahora tiene la mitad de la fuerza que
hace tres meses.
"Tenían que irse debido a sus acciones unilaterales y
sus preferencias", me explica Than Tun, uno de los líderes comunitarios
rajine.
"Creo que es una consecuencia de sus propias acciones.
Tienen que reflexionar si se lo merecen".
Than Tun cree que la comunidad internacional y los medios
occidentales han fracasado en entender las complejidades del estado de Rajine.
Cuenta que durante décadas, el pueblo rajino ha estado oprimido por el
gobierno, y la mayoría de los birmanos son indiferentes a la amenaza que
representa la expansión musulmana en Birmania.
Nos invitó a que visitáramos la pequeña localidad budista de
Ohn Yee Pahw, en las afueras de Sittwe. Explica que, en vez de los rohingya,
esta era la comunidad que debería estar recibiendo ayuda internacional.
Encontramos un pequeño poblado que, al igual que la mayor
parte rural de Rajine, no tiene electricidad o agua potable. Está rodeado por
palmeras y sus residentes son completamente dependientes de la pesca.
Mientras algunos pescadores arreglaban sus barcos me
contaron que eran tiempos duros. "Ahora no salimos altamar, sólo nos
quedamos pescando cerca porque tenemos miedo que los pescadores musulmanes
rohingya nos ataquen".
En realidad, me cuentan que nadie en esta comunidad ha sido
atacado, pero han escuchado historias de que está ocurriendo en otras partes.
No hay duda de la pobreza y falta de inversión en lugares
como Ohn Yee Pahw, pero a diferencia de la mayoría de los desplazados rohingya,
esta gente todavía puede intentar ganarse la vida. Y si están desesperadamente
enfermos, pueden ir al hospital.
El gobierno birmano ha intentado llenar el vacío que dejaron
las agencias de ayuda trayendo doctores de otras partes del país. Pero hasta
ahora ha probado ser tristemente inadecuado. Cooperantes me contaron que se
trata de quipos médicos muy pequeños que carecen de equipos y coordinación, y
algunos se rehúsan a ir a las remotas comunidades rohingya.
No hay más capacidad para el sistema de salud birmano, que
es uno de los peores financiados per cápita.
Trágicamente, incluso cuando la asistencia del gobierno está
disponible, muchos rohingya se rehúsan a aceptarlo. En Kyein Nyi Pyin, nadie
les tiene confianza a los equipos del Ministerio de Salud.
"Quiero que me traten", me dice una madre de 20
años. "Pero me da miedo ser atacada por budistas si me llevan al
hospital".
"Grandes retos"
Para la ONU y las pocas agencias que quedan, la deteriorante
situación en los campos rohingya plantea un difícil problema. Si se mantienen
en silencio se convierten en cómplices, pero si hablan, se arriesgan a
convertirse en el siguiente objetivo de rabia de los budistas rajinos.
"Sabemos que hay muchas personas enfermas, ancianos y
mujeres embarazadas que no pueden tener la atención que necesitan, y esta es
una situación muy seria", señala Mark Cutts, jefe de la oficina de la ONU
para la coordinación de asuntos humanitarios en Birmania.
"El gobierno está tratando de llenar el vacío, el
Ministerio de Salud está mandando refuerzos. Están enviando equipos móviles y
estamos trabajando con ellos para que se ocupen de las carencias, pero hay
grandes retos por delante".
El inicio del último día de nuestro viaje fueron unas fotos
que una agencia de noticias había tomado un par de semanas antes. Eran de unos
gemelos gravemente demacrados, tan delgados que la piel se escurría de sus
delgados huesos.
La descripción decía que tenían 25 días de nacidos y vivían
con su madre Norbagoun, en Dar Paing, uno de los campos para desplazados
rohingya.
El lugar queda a media hora en auto del centro de Sittwe.
Cuando nos detuvimos en Dar Paing, un anciano aceptó llevarnos a la casa de la
mujer.
La cabaña de Norbagoun estaba vacía, y una vecina asomó la
cabeza.
La mujer nos contó que los gemelos se llamaban Ruksuma y
Kulsuma. Habían muerto días después de haberse tomado la foto. Para agravar la
tragedia, el padre había muerto poco después.
"Tuberculosis", es lo que nos dijeron con una
encogida de hombros. Una enfermedad que con tratamiento no tiene por qué ser
fatal.
Fuente: BBC Mundo