jueves, 3 de marzo de 2016

Enfermedades poco frecuentes en primera persona

Pacientes o familiares cuentan cómo es la vida y cuáles son las principales complicaciones que se deben afrontar cuando se convive con una patología rara. Demoras en el diagnóstico, discriminación, dificultades para acceder al tratamiento son algunas de las barreras que deben sortear.

A los 47 años, Delia Meza decidió pedir una cita con el especialista a partir del comentario de su primo quien sugirió que "eso" que tenían en la familia podía tratarse de una enfermedad genética. Fue así que concurrieron a la consulta y recibieron el diagnóstico de enfermedad de Fabry, tanto ella como sus cuatro hijos y uno de sus nietos.

La enfermedad de Fabry se caracteriza por producir dolor en pies y manos, cólicos abdominales y diarreas frecuentes, manifestaciones cutáneas y trastornos en la sudoración que generan sofocones e intolerancia a las altas temperaturas, condición que se exacerba con el ejercicio, el calor o la fiebre. Su incidencia es de 1 cada 40.000 personas y si bien en la Argentina se estima que hay más de mil enfermos, a la fecha apenas unos 200 tienen diagnóstico efectivo.

Esta patología pertenece a las llamadas "enfermedades poco frecuentes" (EPoF), un conjunto de más de 8.000 patologías cada una de las cuales presenta una prevalencia inferior a un paciente por cada 2.000 habitantes.

La EPoF, en general, son de origen genético, crónicas, degenerativas y discapacitantes, y afectan a cerca del 8 por ciento de la población, lo que arroja una cifra en nuestro país superior a las 3 millones de personas.

En cuanto a la enfermedad de Fabry, el doctor Hernán Amartino, especialista en Errores Congénitos del Metabolismo y jefe de Neurología Infantil del Hospital Universitario Austral, describe que se caracteriza por la acumulación patológica de una sustancia (GL3) en los lisosomas de las células, lo que a largo plazo puede perjudicar el normal funcionamiento del corazón, riñones y el cerebro, entre otros órganos, incrementando el riesgo de padecer insuficiencia cardíaca, infarto agudo de miocardio, insuficiencia renal crónica o accidentes cerebrovasculares.

Esta condición afecta enormemente la calidad de vida de los pacientes y, si no es detectada y tratada, reduce significativamente la expectativa de vida.

"Todos en mi familia hemos recorrido innumerables consultorios médicos desde la infancia en los que solo nos decían "este chico no tiene dolor, está mintiendo", y confundían nuestros síntomas con los de otras enfermedades más conocidas. De hecho mi hermano murió a los 54 años rodeado de cardiólogos, neurólogos y nefrólogos que no entendían por qué no reaccionaba a ningún tratamiento, porque desconocían la existencia de la enfermedad de Fabry", manifiesta hoy Meza con visible resignación.

"Al enterarme de mi enfermedad sentí alivio, porque finalmente sabía lo que tenía, también miedo, porque es una afección que mata en la cuarta o quinta década de la vida, pero también cierta esperanza, porque me informaron que había un tratamiento", reveló Delia.

El tratamiento consiste en el manejo y el control adecuado de los síntomas y en la terapia de reemplazo enzimático, que es aquella que sustituye la enzima deficiente e impide la acumulación anormal de las células, consignó Amartino.

"Es muy importante para nosotros tener acceso al tratamiento ya que en eso nos va la vida. Conseguir un certificado de discapacidad es crucial para tener garantía de recibir la medicación, ya que las obras sociales ponen muchas trabas al momento de aprobar su entrega", completó Delia.

Sospecha de abuela

Verónica Elisa Alonso, actual presidente de la Asociación Mucopolisacaridosis Argentina (AMA), recordó lo vivido con su hijo Patricio hasta que recibió un diagnóstico a los tres años de edad.

"Si bien la primera persona que sugirió que sea visto por un experto en oído fue su maestra del jardín de infantes, los médicos de esa especialidad no sospecharon nada y tuvo que ser su abuela la que diera el signo de alerta afirmando que podía padecer lo mismo que un primo mío. Así que acudimos a un neurólogo, quien confirmó el diagnóstico de síndrome de Hunter o MPS II", expresó.

Las mucopolisacaridosis (MPS) son un grupo de patologías de origen genético de diferente presentación clínica y distintos grados de gravedad. En su conjunto se estima que afectan a 1 de cada 10.000 a 25.000 recién nacidos y es considerada también una EPoF.

"Como las MPS son enfermedades de acumulación de mucopolisacaridos en las células del organismo debido a la deficiencia de alguna de las 11 enzimas específicas, necesitan tiempo para comenzar a mostrar sus manifestaciones. Si bien al nacer estos pacientitos parecen sanos, existen algunos signos tempranos como la presencia de hernias (umbilicales o inguinales) o manchas violáceas atípicas en la espalda, o luxación de caderas, que pueden alertar al pediatra", precisó el doctor Norberto Guelbert, médico especialista en Pediatría y en Genética Clínica, jefe de la sección de Enfermedades Metabólicas del Hospital de Niños de Córdoba.

"Llegando a la mitad del primer año de vida, aparecen otros síntomas como las secreciones nasales y respiración bucal, ronquido cuando duermen, otitis recurrentes, abultamiento del abdomen por el agrandamiento del hígado y del bazo y la presencia de una giba en la espalda, que se observa al sentarlo", agregó el especialista.

"Con el paso del tiempo, los síntomas son más marcados: engrosamiento del cabello que se hace abundante, cejas gruesas, contractura en flexión de las diferentes articulaciones y compromiso de la talla, en algunas MPS. Otras cursan con opacidad corneal y retraso mental", añadió Guelbert.

Para el abordaje de las MPS se necesitan cerca de diez especialistas, entre ellos neurólogos, endocrinólogos, neumonólogos, cardiólogos, traumatólogos, otorrinolaringólogos y oftalmólogos.

La enfermedad se origina por la falta de producción de una enzima, lo cual genera acumulación de unas sustancias tóxicas (llamadas GAGs) en casi todos los tejidos del organismo y compromete múltiples órganos y sistemas. Afortunadamente, algunos tipos de MPS (el I, II, IV y VI) poseen tratamiento en base a una terapia semanal de reemplazo enzimático por vía endovenosa.

Incertidumbre

A pesar de que Alejandra Menéndez es la tercera generación con angioedema hereditario (AEH) en su familia, recibió el diagnóstico correcto recién a los 25 años, 17 años después de la aparición de los primeros síntomas.

"Me tocó recorrer un complejo laberinto hasta llegar al diagnóstico, pasé por una innumerable cantidad de especialistas y estudios costosos, totalmente innecesarios. Fue un periodo de mucha incertidumbre, de la soledad del desconocimiento y de la tristeza de no encontrar respuestas. Algo que suele ser un común denominador en las enfermedades poco frecuentes", manifiesta Alejandra Menéndez, paciente con AEH y presidente de la Asociación Argentina de Angioedema Hereditario (AEH Argentina).

"Cuando llegué al diagnóstico fue como haber conseguido un mapa de ruta en el desierto. Sentí un gran alivio y más allá de que el camino a seguir era dificultoso, empezaba a tener la posibilidad de saber en dónde estaba parada", contó Alejandra.

El AEH es una EPoF de origen genético, que debido a la deficiencia de una proteína (llamada proteína plasmática C1 inhibidor) puede llegar a manifestarse con episodios de hinchazón (edemas) severos y dolorosos -de aparición espontánea- en la piel. Generalmente se presenta en manos, rostro y pies, en el tracto gastrointestinal y en la laringe. En este último caso, conlleva riesgo de muerte por ahogo, por lo que disponer (tanto el propio paciente como las guardias médicas y ambulancias) de la medicación adecuada es fundamental para enfrentar estos episodios de crisis.

Según explicó el doctor Daniel Vázquez, médico especialista jerarquizado en Alergia e Inmunología y miembro titular de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC), "el AEH tiene una prevalencia de entre 1 en 10 mil y 1 en 50 mil personas. En la Argentina estimamos que más del 60 por ciento de los pacientes que sufre esta patología está aún sin diagnóstico. Afecta a ambos sexos y a todas las razas por igual, y presenta un 13 por ciento de mortalidad, que es cuando se produce un edema de laringe".

"Las personas con AEH no sabemos cuándo vamos a tener un episodio ni cuán severo va a ser, por lo que vivimos siempre en alerta, en riesgo constante, con mucho temor y ansiedad. Durante los episodios agudos graves estamos imposibilitados de realizar cualquier tipo de actividad, ya sea por el severísimo dolor o por el grado de desfiguración que producen las hinchazones o edemas", describió Alejandra, quien hizo hincapié en que "aquellos pacientes que no acceden a los tratamientos y que por lo tanto deben soportar las 48 o 72 horas que duran los episodios hasta que remiten, ven seriamente comprometida su productividad y sus actividades".

De acuerdo con el doctor Vázquez, "el mayor problema es que existe un gran desconocimiento médico sobre el AEH y en las guardias suele confundirse con episodios de alergia, picaduras de insectos, sobre todo en aquellos pacientes no diagnosticados y sin antecedentes familiares".

"Si bien hoy en la Argentina contamos con terapias de primera línea para el tratamiento de las crisis agudas, lamentablemente al no sospechar la presencia de la enfermedad, se los trata para otra cosa con medicaciones a las cuales el paciente no responde, poniendo en riesgo su vida", advirtió el profesional.

Moretones

Para María Soledad Castillo, todo comenzó cuando empezó a notar que su hijo Rodrigo, de cuatro años, presentaba moretones de la noche a la mañana sin ninguna explicación. Luego de la consulta al pediatra, numerosos análisis y de su derivación a un hematólogo, Rodrigo debió pasar por un sinfín de estudios, incluyendo una punción de médula ósea, hasta que arribaron al diagnóstico de enfermedad de Gaucher, otra EPoF. Inmediatamente le hicieron los estudios a su hermana, Morena, de solo dos años de edad, quien también dio positivo.

La enfermedad de Gaucher es una afección genética hereditaria del grupo de las enfermedades lisosomales. Se estima que afecta a 1 cada 40.000 personas. Se caracteriza por la acumulación de depósitos, principalmente en el hígado, bazo, y huesos, que el organismo no puede metabolizar a causa de la deficiencia de una enzima (la glucocerebrosidasa).

Entre sus principales síntomas se destaca un considerable agrandamiento del bazo y del hígado y dolor óseo grave y debilitante, originado por una disminución en la densidad del hueso, lo que puede generar osteoporosis, fracturas e interferir en el crecimiento del niño; también suele producir anemia o fatiga, y sangrados y hematomas debidos a la falta de plaquetas.

"Recibir el diagnóstico de Rodrigo fue difícil, pero el de Morena fue tremendo, ya que con Rodri veníamos viendo su deterioro: al momento de su diagnóstico era un nene con un cuerpo que mostraba los signos de una enfermedad muy grave, pero More no; ella era una nena gordita, sana. Cuando nos enteramos nuestras vidas quedaron devastadas", confesó Soledad.

"A las pocas semanas del diagnóstico, Morena comenzó con las crisis de dolor óseo, que se presentaban de repente, a cualquier hora, y el dolor era tan fuerte que ella solo pedía que le cortaran el brazo o la pierna (dependiendo del lugar afectado en el momento). Nosotros sabíamos que no podíamos hacer nada, solo contenerla y esperar a que se le pase", sostiene con mucha angustia su mamá.

"Si bien todavía no existe cura, disponemos de dos abordajes terapéuticos para mejorar los síntomas de los pacientes: una terapia de reemplazo enzimático, que sustituye la deficiencia de la enzima deficitaria y una que reduce la producción de los depósitos. Detectados tempranamente, los pacientes muestran una muy buena respuesta a estos tratamientos", refirió Guelbert, quien también es director del Centro Privado Metabólico (CePriMet) de Córdoba.

Fuente: La Prensa