Ya manifestaron su voluntad mediante un documento personal y
formal enviado al Estado; mientras tanto, la lista de espera para trasplantes
sigue creciendo y ya incluye a más de 11.000 inscriptos.
"Soy donante y se lo digo al mundo", es el lema de
la última campaña nacional del Instituto Nacional Central Único Coordinador de
Ablación e Implante (Incucai). Sin embargo, en la Argentina, desde que entró en
vigor la ley del donante presunto, en 2006, más de 500.000 ciudadanos ya han
decidido darle la espalda a la donación de órganos mediante un documento
personal y formal enviado al Estado.
Más allá de que la cifra es menos significativa si se la
compara con el total de la población nacional, 42.669.500 personas, la realidad
indica también que a la fecha sólo 2,5 millones de argentinos se expresaron
formalmente por el "sí". Los datos surgen del Registro Nacional de
Expresiones de Voluntad para la Donación, que se puede consultar en la página web
del organismo (http://www.incucai.gov.ar) en el área del Sistema Nacional de
Información de Procuración y Trasplante de la República Argentina (Sintra).
En el país todavía existen temores y mitos que atentan
contra el objetivo final: que cada vez más personas se animen a dar vida para
cuando no estén en este mundo. El presidente del Incucai, Carlos Soratti,
relativizó las cifras negativas, justificó la baja expresión de voluntades y
apostó a que cada vez más ciudadanos y hospitales se comprometan con el tema.
"En todo el mundo, los registros de voluntades no son
muy representativos. Suele expresarse no más del 5% de la población. Sin
embargo, respetamos la decisión de quien no quiere donar órganos. Sabemos que
la gran mayoría de los argentinos es solidaria y no duda en donar. Nuestro
desafío, más allá de la voluntad ciudadana, es que haya más hospitales
donantes, ya que sólo tenemos cinco en el país. Necesitamos mayor interés y
compromiso del sistema de salud", expresó el funcionario nacional, para el
que la principal preocupación es el crecimiento de las listas de espera, sobre
todo de personas con enfermedades renales.
En enero de 2006, la ley 24.193, que regula la donación y el
trasplante en el país, incorporó las modificaciones de la ley 26.066, más
conocida como ley del donante presunto, que establece que los mayores de 18
años se convierten en donantes tras su fallecimiento, salvo que expresen
formalmente lo contrario. En ese caso, la familia dará la última palabra.
Quien desee expresar su voluntad debe acudir a las oficinas
del Incucai (Ramsay 2250, ciudad de Buenos Aires) o llamar al 4788-8300 o a la
línea gratuita: 0800-555-4628, o bien a las sedes provinciales. También se
puede realizar el pedido a través de la página web del organismo, llenando una
ficha de inscripción, o enviar un telegrama gratuito a través del Correo
Argentino.
"No hay nada más difícil de abordar que la muerte.
Nadie quiere saber nada, y hay muchas fantasías y temores dando vuelta, que son
respetables. Nadie puede enojarse y cuestionar a una persona que no sienta que
puede ser donante", comentó Soratti.
El miedo a la muerte siempre está presente, al igual que la
incertidumbre sobre qué sucederá, por ejemplo, ante un grave accidente, explicó
el presidente del Colegio de Psicólogos de Mendoza, José Alberto Muñoz.
"El trasplante es incuestionable y necesario en términos científicos, pero
hay ciertos temores y resistencias a la donación. La decisión por el «no» es
multicausal; influyen cuestiones personales, anímicas, sociales y religiosas.
Tiene que ver con aspectos educativos que no se han trabajado. Es necesario
potenciar recursos comunitarios con políticas para que más personas vayan
venciendo las barreras", dijo Muñoz.
"Se respeta la voluntad personal. Es una cuestión de
cada uno. Reconocemos que hay mucha gente con miedos y prejuicios, pero se debe
a la mala información", afirmó Matías Jáuregui, miembro del Instituto
Coordinador de Ablaciones e Implantes de Mendoza (Incaimen), que funciona en el
Hospital Central.
En todo el país, la lista de espera para trasplantes llega a
los 11.246 inscriptos, de los cuales 7754 necesitan órganos (6141 esperan
trasplantes renales) y 3492, tejidos (como córneas).
En lo que va de 2015 se han realizado 141 trasplantes de
órganos, hubo 59 donantes reales y la tasa de donantes por millón de habitantes
es de 1,37. En 2012, la Argentina superó la tasa anual de 15 donantes por
millón de habitantes, por encima de los demás países de la región; sin embargo,
en los últimos dos años se ubicó en 13, por lo que hay un largo camino por
recorrer.
La enfermedad renal está en aumento en todo el mundo,
principalmente producto de la DIABETES y la hipertensión arterial, y en nuestro
país aumentó el año pasado la lista de espera para trasplante. "Crece
constantemente: tenemos más de 6000 pacientes en espera. Hay 28.000 personas en
diálisis en el país, y los que esperan para ser trasplantados representan el
22% de ese total, mientras que en los últimos años llegaban al 19%",
explicó a LA NACION Soratti. Para las autoridades, el desafío permanente es
cómo incrementar la disponibilidad de órganos y tejidos para trasplantes,
teniendo en cuenta que la fuente principal es la que se obtiene después de
ocurrida la muerte: el donante cadavérico.
La brecha entre la intención y los hechos
Para la doctora Elizabeth Floccari, médica psiquiatra y
legista, "hay una dicotomía entre la idea inicial de ser solidario y
altruista donando los órganos y la realidad inminente de la muerte encefálica,
que, si bien es un diagnóstico médico y legal, se cruza con la desconfianza en
las instituciones".
"Las personas tienen fantasías acerca de cuál va a ser
el destino de esos órganos, el estado en el que quedará el cuerpo, sumado al
dolor por la pérdida del ser querido, los temores y la conciencia de lo efímero
de la vida", explica Floccari.
Para la especialista, hay que tener en cuenta que los
potenciales donantes suelen estar internados en la unidad de terapia intensiva,
donde tienen poco contacto con sus familias. Así, éstas fantasean con lo que
sucede cuando no están y muchas veces sienten temor a que los dejen morir. Esta
sumatoria de desconocimiento, dolor y desconfianza genera el rechazo a la hora
de donar.
Fuente: La Nación