Seguramente has escuchado de las decenas de compañías que
buscan hacer uso de la inteligencia artificial para volver a los médicos mas
eficientes, extender los servicios de salud a zonas remotas y detectar la
presencia de enfermedades con mayor rapidez. También es probable que hayas
escuchado acerca de los accidentes causados por vehículos conducidos por
inteligencia artificial (IA). Estas historias normalmente resaltan que las
tasas de accidentes serán menores con los vehículos administrados por IA. Sin
embargo, la alarma internacional es mucho mayor en el caso de este tipo de
vehículos en comparación con cualquier accidente rutinario.
Una pregunta que también se suele hacer es: ¿de quién es la
culpa cuando se dan este tipo de situaciones? ¿De la persona que hizo el
algoritmo? ¿De la compañía que fabricó el vehículo? ¿O del dueño del vehículo?
¿Cómo toma decisiones de salud la inteligencia artificial?
En el sector salud, como es de imaginarse, este tipo de
problemas son aún mayores. No solo se debe definir de quién es la culpa, sino
que en algunos países es necesario definir si un algoritmo califica como un
servicio o un instrumento médico. En Estados Unidos, por ejemplo, los
algoritmos deben ser regulados por la Administración de Drogas y Alimentos, a
menos que el médico pueda tomar una decisión independiente y entienda el
mecanismo que genera las recomendaciones de tratamiento. Sin embargo, todavía
no existe claridad acerca de cómo se revisará el adecuado funcionamiento de un
algoritmo.
El software que apoya con la implementación de la historia
clínica electrónica, en los casos más avanzados, tiene un componente que apoya
con decisiones clínicas. Basado en la información del paciente, este tipo de
sistemas puede generar alertas simples como interacciones entre medicamentos o
contraindicaciones que de otra manera podrían ignorarse. En otras ocasiones,
puede proveer recomendaciones de diagnósticos a manera de opciones con
diferentes niveles de probabilidad de cada diagnóstico. Este tipo de soluciones
pueden ser parte de un sistema de historia clínica electrónica, servicios
independientes o en ocasiones aparecer de forma gratuita en páginas web.
Por ahora, más preguntas que respuestas
Por otro lado, existen estudios que evidencian que algunos
de estos algoritmos, en particular los que realizan análisis de imágenes,
tienen un desempeño igual o mejor que el de los mejores especialistas. Un tema
que no queda claro es el nivel de regulación al que deben someterse este tipo
de algoritmos y el nivel de responsabilidad que deben tener los diferentes
involucrados en el desarrollo y uso de un algoritmo. La tecnología para crear
este tipo de herramientas se ha hecho tan accesible, que una persona puede
acceder a bases de datos abiertas y gratuitas, a herramientas de elaboración de
algoritmos, y en un par de días crear una aplicación que pueda dar diagnósticos
sobre, por ejemplo, lesiones de la piel con altos niveles de precisión.
Un algoritmo que está disponible para realizar diagnósticos
de forma gratuita o como parte integral de un sistema podría ser muy útil y a
la vez riesgoso. ¿Debería este tipo de algoritmos ser regulado y certificado
por alguna institución del país donde se utiliza? Si sabemos que existen
algoritmos disponibles que pueden ayudar a mejorar los diagnósticos, ¿podemos
considerar que es negligente no utilizarlos para ese fin? Y en caso de que sí
se utilicen, ¿cómo se divide la responsabilidad legal en caso de un diagnóstico
erróneo entre el médico que realiza el diagnóstico, el hospital que compró el
sistema y el desarrollador del algoritmo?
Utilizar la IA sabiamente
Es interesante que parte de las respuestas a estas
interrogantes debe considerar la decisión de si un algoritmo está brindando un
servicio o cuenta como un equipo médico de por sí.
Una solución interesante a este problema se observa en el
Portal de Telemedicina de Sao Paulo. Ellos disponen de un algoritmo que puede
realizar diagnósticos con bastante precisión y se utiliza para priorizar la
revisión por un especialista. El diagnóstico del algoritmo no se comparte con
el especialista, pero en caso de encontrarse discrepancias, la información es
compartida con tres especialistas adicionales que toman la decisión final. Es
decir, el algoritmo no puede influenciar en la opinión del especialista.
Un reto pendiente es que la regulación suele estar atrasada
con respecto al avance de la tecnología, y en la región todavía son pocos los
casos en los que existen sistemas avanzados de apoyo a personal médico basado
en algoritmos. Pero el futuro avanza rápido y es probable que en pocos años
tengamos que enfrentar el tipo de dilemas legales y éticos que los casos recién
descritos ilustran. Es necesario comenzar a discutir estos temas y pensar en
soluciones cuando todavía el problema es relativamente manejable.
Fuente: Blog Gente Saludable (BID)