Tras un brote de sarampión en Disney, crece el debate global
entre los padres que consideran irresponsable no vacunar a los hijos y quienes
defienden esa decisión.
Ana Laura Pérez sostiene en sus brazos a su hijo Pedro, de 4
meses, mientras la enfermera aplica las vacunas que el calendario vacunatorio
oficial indica para su edad y que confieren protección contra enfermedades como
la polio, la hepatitis B o la tos convulsa. Ana no duda del valor de la
vacunación ("todo aquello que sea prevención, estoy de acuerdo en
hacerlo", dice), pero también recuerda haber sido testigo de que, en la
misma sala de neonatología en la que se encontraba Pedro, un padre se negó a
que su hijo recibiera la vacuna contra la tuberculosis.
Pese a no cuestionar los motivos personales detrás de esa
decisión, Ana no deja de pensar que "si lo que se busca con la vacunación
es que ciertas enfermedades desaparezcan, que haya chicos no vacunados puede
hacer que, lejos de extinguirse, la enfermedad se propague".
Aunque minoritaria en la Argentina, la decisión de no
vacunar a los hijos suele estar vinculada a la adopción de medicinas
alternativas, como la antroposófica o la homeopática. Es una decisión de la que
se habla en voz baja y sólo dentro de círculos sociales que adhieren a estas
filosofías, ya que, vale aclarar, la aplicación de las vacunas que integran el
calendario vacunatorio oficial es obligatoria. A diferencia de otros países,
como los Estados Unidos, aquí no es posible solicitar la exención de la
vacunación por motivos que no sean médicos.
"Me han dicho que soy mala madre por no darle las
vacunas a mi hija, y yo siento que es al revés: yo me preocupo, me informo y si
tengo alguna duda consulto al pediatra. Pero no me parece que las vacunas
tengan que ser obligatorias", plantea Celina, de 31 años, madre de un
varón de un año y de una nena de dos, que pidió mantener bajo reserva su
apellido. Celina es partidaria de la medicina homeopática, y es por eso que ha
decidido no vacunar a sus hijos. "No digo que las vacunas no sirvan, no descarto
vacunarlos cuando sean más grandes, pero por ahora me parecen muy
chiquitos", dice.
La decisión de no vacunar se ha convertido en un álgido tema
de debate en los últimos días como resultado de un brote de sarampión originado
en los californianos parques de diversiones de Disney, que ya se ha extendido a
17 estados de los Estados Unidos y que podría convertirse en un punto de
inflexión en políticas de salud. Es que el hecho de que la mayoría de las
personas que enfermaron (y que estarían contagiando a otras el virus) no
estuviesen vacunadas ha llevado a padres, pero también a médicos, educadores y
autoridades a señalar el riesgo real que representa para la sociedad la
decisión individual de no vacunar.
Aunque minoritaria en la Argentina, la decisión de no
vacunar a los hijos suele estar vinculada a la adopción de medicinas
alternativas, como la antroposófica o la homeopática
"Hay quienes quieren que los gobiernos estatales o
locales demanden o incluso presenten cargos criminales contra esos padres [que
no vacunan a sus hijos]", comentó Saad B. Omer, de la Escuela de Salud
Pública de la Universidad Johns Hopkins, Estados Unidos. En el editorial
publicado en el diario The New York Times, Omer advirtió que en ese país los
argumentos detrás de la no vacunación "son cada vez más exhibidos por
padres cuyo equivocado escepticismo no se basa en principios, sino en nociones
falsas, como aquella que planteaba la existencia de un vínculo entre el autismo
y la vacuna contra el sarampión" (vínculo que ya se ha demostrado que no
existe).
En la Argentina, donde los movimientos antivacunas no tienen
el peso y la penetración que sí tienen en Estados Unidos, los padres pro
vacunas y los antivacunas no suelen encontrar un escenario en el que la
disparidad de opiniones se enfrente abiertamente, ya que en general estos
últimos suelen llevar a sus hijos a escuelas filosóficamente alineadas con su
postura, que suelen ser bastante laxas en el control de la vacunación de los
alumnos. Y en los casos en que los chicos no vacunados acuden a escuelas en las
que no hay terreno fértil para los argumentos antivacunas, éstos suelen ser
callados o dichos muy en voz baja.
"Es un tema del que prefiero no hablar, ya que la
sociedad argentina no está preparada para discutirlo", respondió una mamá
que es ferviente defensora de la no vacunación, pero que eligió no dar su
testimonio.
En un país como la Argentina, en donde cada vez son más las
vacunas obligatorias (y gratuitas), ¿qué lleva a los padres a no vacunar a sus
hijos? "Muchos se han informado y resulta que han encontrado que no todas
las vacunas son seguras y no siempre son necesarias", responde Melina
Bronfman, especialista en musicoterapia y eutonía que coordina grupos de
embarazadas, en una crítica personal a las criterios médicos detrás de la
vacunación.
La desconfianza de Celina ante las vacunas, por ejemplo,
surgió cuando de chica le aplicaron una que le causó una reacción alérgica.
"A partir de eso me quedó latente la idea, e imagino que a mis padres
también, porque no me dieron los refuerzos posteriores. Pasaron los años y
cuando tuve que tramitar el título en la facultad me pidieron las vacunas, y me
dio bronca terminar cediendo -cuenta, a los 31 años-. Con el tiempo me fui
volcando a la homeopatía y hacia una alimentación más consciente y natural, y
decidí no vacunar a nuestra primera hija."
Así, a sus 2 años de edad, la hija de Celina sólo ha
recibido la vacuna contra la hepatitis B que se aplica al nacer: "En el
sanatorio se la dieron sin preguntar -se queja la madre-. De ahí salimos con la
idea de recorrer pediatras para encontrar alguno que no esté a favor de la
vacunación".
"Muchos padres vienen a verme porque saben que no estoy
a favor de las vacunas", dice por su parte Eduardo Ángel Yhaves, médico
clínico y pediatra que integra un grupo antivacunas local, quien sostiene que
"los ciudadanos deben ejercer su derecho al consentimiento informado y a
decidir en forma independiente si aceptan o rechazan una vacunación para sí o
para sus hijos."
"Mi opinión es que los padres tienen el derecho a
elegir qué hacer con sus propios hijos. Por otro lado, estoy bastante en contra
de la vacunación: un niño puede llegar a contraer una enfermedad esté o no
vacunado. Además, al no estar vacunado, el niño tiene herramientas dentro de su
sistema inmunológico que lo hacen más fuerte para contrarrestar la
enfermedad", afirma Joch Lezica, productor audiovisual de 40 años y papá
de Lola, de 2, que cuenta con un certificado médico que la exime de vacunarse
por ser alérgica.
"Hay muchos aspectos de la crianza que son personales y
que cada padre maneja como quiere, pero, aunque no los juzgo, no estoy para
nada de acuerdo con los padres que no vacunan a sus hijos -opina, por su parte,
Ana Villanueva, de 39 años, mamá de Juan Ignacio (3), Federico (1) y Gonzalo,
que nació el domingo último-. Me parece que la vacunación es un tema que va más
allá del entendimiento de cada uno y que es fundamental para cuidar la vida.
Darles a los hijos las vacunas es parte de quererlos, de cuidarlos y de
prevenir enfermedades futuras; pero, más allá de lo individual, no vacunar es
un retroceso a nivel social."
Mariano Alcaraz, de 41, marido de Ana, agrega: "Durante
siglos murió mucha gente por enfermedades que hoy se pueden prevenir con vacunas,
y contar con esas vacunas ha sido un avance de la sociedad importantísimo. Para
mí, no vacunar es una locura, es algo que debería estar fuera de
discusión".
La opinión de Mariano es la que comienza hoy a prevalecer
aun en países que albergan a poderosos movimientos antivacunas, como Estados
Unidos, donde unos 19 estados permiten a los padres solicitar exenciones a la
obligatoriedad de vacunar a los chicos basadas solamente en creencias
personales "filosóficas". El reciente brote de sarampión -una afección
que había sido declarada eliminada de ese país en 2000-, junto con la
reaparición de enfermedades también prevenibles mediante vacunas, como la tos
convulsa, está llevando a que en ese país donde las libertades individuales
parecían ser incuestionables el bien común reclame una atención que hasta ahora
parecía anacrónica.
Así, las voces en contra de la decisión de no vacunar
incluso se están escuchando en ámbitos inesperados para esa discusión. En
Michigan, por ejemplo, una escuela que sigue el método de educación Montessori
cambió recientemente su política de admisión: no acepta más alumnos nuevos
cuyos padres no los vacunen basados en creencias personales. El cambio surgió
desde dentro mismo de la escuela, cuando una de las madres descubrió que el 23%
de las familias que llevaban a sus hijos allí no vacunaban a sus hijos por
motivos de esa índole.
"No soy una experta en enfermedades infecciosas, pero
esos números me alarmaron-comentó al diario The Atlantic Jill Vollbrecht,
endocrinóloga y madre de dos chicos que concurrían al colegio Montessori de
Michigan, que dio el puntapié inicial para el cambio de políticas de admisión-.
Todos los médicos tenemos como meta común mantener a nuestros hijos y a
nuestras comunidades seguras, y tenemos una buena comprensión de lo que es la
inmunidad de rebaño." En términos sencillos, "inmunidad de
rebaño" significa que si hay una proporción suficientemente alta de
personas vacunadas en una comunidad, es posible detener la transmisión de un
agente infeccioso. "Si tenemos dentro de una población personas sin
vacunar y se enferman, no sólo ponen en riesgo su salud, sino también la de
quienes las rodean", explica Carla Vizzotti, coordinadora del Programa
Nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles, del Ministerio de Salud
de la Nación.
"En la Argentina, el porcentaje de padres que deciden
no vacunar a sus hijos no es importante, pero el riesgo consiste en que
constituyen bolsones de bajas coberturas, ya que generalmente asisten al mismo
colegio o viven en la misma zona, por lo que si hubiera un caso [de una
enfermedad prevenible mediante vacunas], el riesgo de brote es
importante", agrega Vizzotti, y recuerda que "en los últimos años
hemos tenido casos importados de sarampión y si no hubiéramos tenido elevadas coberturas
de vacunación, habría sucedido lo que pasa ahora en Estados Unidos".
Con 25 años de pediatra y neonatólogo, Daniel Eduardo
Schachmann coincide: "Lo más importante es que los padres entiendan que
las vacunas son fundamentales para reducir la mortalidad infantil y las
complicaciones de enfermedades serias, como las meningitis. Años atrás, yo veía
en el hospital las meningitis por Haemophilus o por meningococo, que causaban
graves deterioros cerebrales en los chicos. Hoy las vacunas nos han dado la oportunidad
de prevenir esas situaciones, que ya son infrecuentes".
"Tienen una seguridad y una eficacia absolutamente
probadas -agrega-. Pero luego los padres encuentran en Internet artículos en
contra, que provienen de corrientes que están en desacuerdo con la indicación
de las vacunas y que plantean que interfieren con el normal desarrollo de la
inmunidad. Pero no tienen ningún asidero científico."
"El brote de sarampión de Estados Unidos es un claro
ejemplo de cómo las decisiones individuales pueden impactar en la salud
pública, poniendo en riesgo a un país de que reaparezca una enfermedad que
estaba eliminada gracias a las vacunas y poniendo en riesgo a la población que
no puede vacunarse", afirma Vizzotti. Para Ana Villanueva, la conclusión es
clara: "Vacunar o no vacunar es algo que va más allá de lo
individual".
Fuente: La Nación