Calculan que 3,5 millones de personas mueren cada año por no
tener acceso a aguas seguras.
La falta de acceso al agua potable, un derecho humano
universal declarado en 2014 por la Organización Mundial de la Salud (OMS),
provoca la muerte de 3,5 millones de personas cada año, el doble de los decesos
que se producen por accidentes viales y casi el triple de los ocasionados por
el sida, según un informe del Consejo Mundial del Agua (WWC, por sus siglas en
inglés), con motivo de celebrarse hoy el Día Mundial del Agua, instituido en
1993 cada 22 de marzo.
El documento de la WWC, un organismo dependiente de la ONU,
señala que “las enfermedades relacionadas con el agua representan 3,5 millones
de muertes al año”, mientras que 1,3 millones de personas fallecen anualmente
por accidentes automovilísticos y 1,1 millones como consecuencia del Sida.
La situación en nuestro país
Nahuel Schenone, especialista en calidad de agua y recursos
hídricos, asegura que “en Argentina hay mucho recurso hídrico, pero hay que
fomentar políticas que sirvan para concientizar a la población para cuidarlo,
porque de otra manera estamos condicionando este recurso a futuro”.
“En Argentina hay mucho recurso hídrico, pero hay que fomentar políticas que sirvan para concientizar a la población para cuidarlo, porque de otra manera estamos condicionando este recurso a futuro”
El especialista consideró apropiado discriminar en relación
al acceso al agua potable entre “zonas urbanas o zonas rurales”, y afirmó que
“no está garantizado el acceso a este recurso esencial para toda la población”.
“En muchas zonas rurales o comunidades de pueblos
originarios, el agua es obtenida de ríos, canales o espejos de agua; en cambio
en zonas urbanas el acceso al agua potable es a través de plantas
potabilizadoras, que es donde mayor inversión hay, ya que requiere una mayor
infraestructura”, explicó.
Otro grave problema “es el alto porcentaje de aguas
residuales que vuelven a los ecosistemas sin ser tratada”, aseguró Schenone, al
explicar que se trata de un ciclo: “tomamos agua de los mismos lugares a donde
la devolvemos, tenemos que tomar conciencia de la importancia del saneamiento”.
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), el 80% de
las aguas residuales que se generan en el mundo vuelven al ambiente sin ser
tratadas ni recicladas.
En nuestra región, la Autoridad de la Cuenca
Matanza-Riachuelo (ACUMAR) “debe controlar los afluentes que terminan en el
Riachuelo, pero muchas empresas no mejoran la reconversión de afluentes que son
arrojados allí, por lo que se produce una contaminación constante”, aseguró
Schenone.
“Hay otras cuencas, como la del Salado, que reciben desechos
de industrias de agricultura intensiva, o la del Río Dulce en Santiago del
Estero, o la cuenca del Paraná, donde a lo largo de Rosario y Santa Fe las
grandes ciudades aportan afluentes sin tratamiento, lo cual afecta la calidad
en lo que es la cuenca baja”, argumentó el especialista.
El desafío en Latinoamérica
“Las cuencas son compartidas, no discriminan provincias ni
municipios, tomamos agua de los ríos Paraná, Uruguay, de la Plata, y devolvemos
el agua a los mismos; por eso es fundamental concientizar sobre la importancia
de cuidar un recurso tan esencial como el agua, y para ello es necesario
inversión publica, controles, mantenimiento y regulaciones”, concluyó Schenone.
En América latina, en tanto, la relación con el agua es muy
diversa. Existen por ejemplo zonas terriblemente afectadas, como Haití, donde
sólo el 58% de la población tiene acceso al agua potable, lo que lo convierte
en el único país de Latinoamérica y El Caribe que se encuentra dentro del
ranking de los 20 países más afectados a nivel global.
Sin embargo, el presidente del WWC, Benedito Braga, calificó
la situación regional como “esperanzadora” en comparación con otras áreas del
planeta, y estimó que “en latinoamérica el 8% de la población no tiene acceso a
agua potable, cifra que se incrementa al 12% en Asia y al 32% en el Africa
subsahariana”.
Fuente: El Día