El 15 de junio pasado, los ministerios de Salud de los
países del Mercosur (entre ellos, la Argentina) firmaron una declaración en la
que acordaron impulsar el etiquetado frontal de alimentos para identificar los
productos procesados con agregados de nutrientes que, según su proporción, son
considerados "nocivos", como sal, grasas y azúcar. La industria local
de alimentos coincide en que son necesarios cambios e impulsa un nuevo modelo
de etiquetado, pero más suave.
Pese a que aún no se tomó una decisión, Salud se acerca cada
vez más a un modelo de impacto más drástico en los hábitos de consumo , sobre
todo de los niños, que el que propugnan las empresas. Se acerca así a los
modelos de Chile y de Uruguay (donde está a la espera de la firma del
presidente Tabaré Vázquez). En el sector alimentario argentino temen que la
elección de este último modelo termine golpeando el negocio.
"La ventaja del modelo chileno es la sencillez",
afirmó a LA NACION el ministro de Salud, Adolfo Rubinstein . "Tiene un
octógono negro con la leyenda respectiva. Se está viendo el impacto que genera,
aunque solo tiene dos años de implementación. Empieza a disuadir y es un modelo
fácilmente entendible y que produce el impacto deseable: que la gente modifique
sus hábitos de consumo", explicó el funcionario, que señaló que cualquier
cambio que se impulse será gradual y en un trabajo consensuado con la industria
y los ministerios de Producción y de Agroindustria. "Sabemos que impacta
en costos y en el trabajo", dijo.
En el sector de la alimentación, uno de los más competitivos
de la industria local, trabajan unas 500.000 personas y genera exportaciones
por US$26.000 millones al año. En los últimos años, muchas firmas ya impulsaron
cambios en sus productos y en la información que proveen tomando en
consideración la tendencia hacia hábitos de vida más sanos.
"Estamos trabajando con el Gobierno en muchas campañas.
Creemos que hay que tener un nuevo etiquetado, que sea informativo, no
disuasivo, y que sea consensuado con el Mercosur. Hay que trabajar no solo en
mejorar la información, sino también en la educación para una vida sana
integral. No hay que demonizar los alimentos. Eso incluso puede servir como una
medida paraarancelaria para alimentos argentinos", expresó a LA NACION el
presidente de la Copal (cámara que agrupa a la industria local de alimentos),
Daniel Funes de Rioja.
En las empresas reconocen que existe un problema apremiante
que es necesario resolver para no perder clientes. Cifras de 2010 de la base de
datos global sobre crecimiento infantil y malnutrición de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) muestran que la Argentina presenta el mayor
porcentaje de obesidad infantil en niños y niñas menores de cinco años en
América Latina, con un 7,3% de prevalencia. En escolares (5 a 11 años) es del
18,9% al 36,9%, y en adolescentes (12 a 19 años) es del 16,6% al 35,8%.
Unos días después de la reunión de los ministros de Salud
del Mercosur hubo una reacción de la industria en todo el bloque. En Brasilia
se reunieron los representantes de la Coordinación de las Industrias de
Productos Alimenticios y Bebidas del Mercosur (Cipam). Allí presentaron un
documento conjunto que oficializa la contribución del sector productivo al
etiquetado nutricional en los países de la región (Brasil, la Argentina,
Uruguay y Paraguay). El documento, titulado "Declaración de Cipam",
defiende la necesidad de que la reglamentación de las etiquetas de alimentos y
bebidas converja en todo el bloque para evitar perjuicios al comercio exterior
y a la economía de los países de la región. De la reunión participaron miembros
de la Copal.
"El nuevo modelo de etiquetado nutricional debe
contribuir a que el consumidor tenga más información sobre los alimentos y,
así, pueda tomar decisiones de acuerdo con sus preferencias y características
individuales", afirmó João Dornellas, presidente ejecutivo de la
Asociación Brasileña de las Industrias de la Alimentación (ABIA). "Nuestra
visión es que el nuevo etiquetado nutricional contribuya a la educación
alimentaria de la población para que tome opciones conscientes en el contexto
de una dieta equilibrada, sin alarmismo". Tanto la Argentina como Brasil
prefieren un etiquetado de alimentos parecido al que existe en Gran Bretaña y
en Ecuador: el denominado semáforo.
"Vamos a trabajar sobre los plazos y los límites. En
cualquier escenario hay que darle tiempo a la industria para la reformulación
de los productos, que sea una decisión que no impacte en la rentabilidad ni en
la producción. Pero esto está pasando en todo el mundo. Esta oleada se está
viniendo", señaló Rubinstein, que agregó que aún no hay un cronograma
definido para los cambios que inevitablemente se vienen.
"El modelo chileno y sus variantes son modelos que
parecieran, según los primeros estudios, lograr cambiar los hábitos de compra y
de consumo. Esto, además, abre la oportunidad para desarrollar una política más
profunda sobre qué productos deben o no ser publicitados donde los chicos ven
TV y qué debe venderse o no en las escuelas", dijo el ministro. "El
modelo de colores no genera los mismos resultados", concluyó. En la
industria no creen lo mismo y ya encienden las alarmas para el debate.
La disputa por las leyendas
Cómo son los diferentes modelos de etiquetado que se
utilizan en otros países
"La ventaja del modelo chileno es la sencillez. Se está
viendo el impacto que genera, aunque solo tiene dos años. Empieza a disuadir y
produce el impacto deseable: que la gente modifique sus hábitos de
consumo" - Adolfo Rubinstein, ministro de Salud
"Hay que tener un nuevo etiquetado, que sea
informativo, no disuasivo, y que sea consensuado con el Mercosur. Hay que
trabajar no solo en mejorar la información, sino también en la educación para
una vida sana integral" - Daniel Funes de Rioja, presidente de Copal
Fuente: La Nación